Tania Samayana

¡Hola! Me da mucho gusto que te encuentres aquí y me gustaría contarte un poquito sobre mi vida…

Desde niña siempre he tenido una conexión muy especial con los mundos sutiles, veía y sentía cosas que no todos veían o sentían, y eso hizo que mi niñez fuera hasta cierto punto un tanto solitaria. Yo estaba entre dos mundos y siempre me sentí así: dividida.

Con el paso del tiempo, mis padres, la escuela y gente alrededor me hizo creer que aquél mundo -el que ellos no veían- no existía…: que mi tía bisabuela, Reyitos, muerta hacía mucho tiempo NO venía a estar conmigo y compartirme su sabiduría (claro, después supe que Reyitos fue una gran mujer medicina en su pueblo y que compartía, cuando yo era niña, su sabiduría), que cuando colocaba mis manos en alguna persona NO “tenía el poder” de quitarle ese dolor de cabeza, que las personas y las cosas NO emanan colores o que los viajes astrales NO existen…

En fin, tú sabes que en la adolescencia, uno busca siempre “pertenecer”, así que convencida en lo que los demás decían, dejé de ver aquél mundo, dejé de creer en él, dejé de confiar en él y, por supuesto, dejé de crecer en él.

 

Sin embargo, siempre tuve esa “cosquillita” de que hay algo más allá de nosotros,

de que nosotros no sólo estamos en un cuerpo o que cohabitamos en esta vida con las circunstancias que nos tocan,

que hay algo mucho más allá y que nosotros tenemos una injerencia mucho más

de lo que comúnmente creemos.

Así que durante mi carrera de Lengua y Literatura Hispánica (¡amo los libros!, soy una lectora consumada), también leía mucho sobre astrología, conocimientos herméticos, magia, espiritualidad, chakras, filosofía budista, etcétera. Tenía mucha información de todos estos temas que me fascinaban pero solo eran eso: información.

Cuando tenía 20 años, sufría de unos dolores reumáticos en mis piernas y brazos im-pre-sio-nan-tes. Creía que, como venía de una familia con problemas de reumas tanto de la parte paterna como de la materna, mi vida (así, literal) iba a estar condenada a sufrir problemas reumáticos desde joven.

Y así me la pasaba yo: dolores todos los días, tomando medicamentos (vengo de una familia de doctores) y nada… seguían los dolores por todo mi cuerpo. Todas las mañanas amanecía como si por la noche hubiera tenido una camisa de fuerza apretándome, la sensación de opresión era muy fuerte y el dolor también, yo me decía: ¡Caray, si así estoy a los veinte, cómo voy a estar a los cuarenta!

Yo no lo sabía en aquella época pero todos mis chakras estaban por demás bloqueados y eso estaba ocasionándome daños severos… imagínate: ¡a los veinte años!

Cuando inicié todo mi proceso y aprendizaje de sanación no fue fácil, llevó muchos momentos de transformación, de aprender a soltar el pasado y, sobretodo, aprender a aceptarme.

Cuando tenemos, por ejemplo, un Chakra Anahata (chakra del corazón) bloqueado, sentimos mucha inestabilidad emocional, un gran vacío en la vida, tenemos emociones fuertes de rechazo de otras personas (pero, sobretodo y muchas veces no somos tan conscientes de ello: rechazo a nosotras mismas).

Cuando tuve 21 años me fui a un viaje de “mochilazo” durante un año a la India y a Nepal. Nunca me lo imaginé como un viaje “iniciático”, sino simplemente fue por el placer de conocer tierras que a los 21 años me sonaban exóticas y maravillosas; además, había pasado anteriormente 7 meses trabajando de manera ilegal en Alemania, como ayudante de cocina en un restaurante, y me había permitido ahorrar lo suficiente para poder viajar con poco presupuesto a donde yo quisiera, así que la India y Nepal sonaban bien para mi.

No fui a ningún Ashram, ni a la parte “bonita” de estos dos países; de hecho, sufrí hambre, robaron parte de mis pertenencias, me hospedaba en hostales y comía lo que podía con un presupuesto limitado en rupias. Aún así, fue un viaje en todos los sentidos muy “revelador” y me permitió reconectarme con aquella parte olvidada de mi niñez, con aquél mundo que siempre vivió en mi y que se volvió a presentar con mucho más fuerza.

 

El punto cumbre: la apertura de mi Chakra Ajna, lo que todos conocemos como el tercer ojo.

Pude conectarme con él a través de la conexión entre mi Primer Chakra (Muladhara y su conexión con la Tierra), con el Cuarto Chakra (Anahata y su conexión con el Amor), y con el Séptimo Chakra (Sahasrara y su conexión con el Universo), de ahí pasó toda la energía y la luz hacia despertar y activar mi glándula pineal y la glándula pituitaria y así, de esta manera, pude VER…

Y cuando pude VER – y no me refiero al sentido de la vista- sino a VER la CLARIDAD con que está hecho TODO: con lo que estamos hechos, con el entender por qué suceden las cosas, el por qué estamos aquí, la maravillosa luz que hay en cada uno de nosotros…, no pude más que llorar y llorar y llorar y sentirme agradecida y humilde ante toda la magia, la energía, la luz y el amor con que está hecho todo, con lo que estás hecho tú, yo y todos nosotros.

A partir de ahí, mi reconexión con mi parte perdida de la infancia, con ese mundo olvidado volvió con mucho más fuerza. No sólo regresó mi amada Reyitos (ella es mi protectora), sino vinieron más seres de luz para enseñarme a activar mis manos para poder ser canal para la sanación de otras personas, pude VER y lo sigo haciendo lo que sucede en el cuerpo astral de las otras personas, pude reconectarme con mi poder sagrado femenino con mi poder sagrado masculino y llegar a la Unidad.

Todos podemos hacerlo, tú puedes hacerlo…, el asunto es: despertar.

Ajna es despertar ese poder que ya hay en ti, es reconectarte desde tu centro hacia la intuición, la claridad y el discernimiento con sabiduría.

Hoy te quiero decir que la vida es movimiento y transformación, que a veces nos aferramos a situaciones, personas, emociones, pensamientos que no siempre son los adecuados y que es momento de soltar, de dejar ir y de fluir.

Fluir siempre, esa es la clave

Sin embargo, todavía me faltaba mucho para llevar mi vida con esta filosofía.

Continué mis aprendizajes con una mujer tarotista que manejaba muchas energías, entre ellas conocimientos wiccanos y otras muchas. Sin embargo, la brecha entre la parte energética sutil de aprendizaje y mi vida cotidiana tenían una distancia considerable.

A los 29 años me convertí en mamá y ese fue un punto culminante. Fui madre soltera durante los siguientes 4 años. Esa etapa fue dura porque vivía desde mis heridas de reclamo, el enojo y la injusticia. Todavía no había sanado mis heridas de la infancia, ni mucho menos mi linaje femenino. El cuerpo me seguía doliendo y era muy dura conmigo misma.

Dejé mis aprendizajes energético con aquella mujer y continué “luchando” con la vida.

Pero el universo es muy sabio y siempre te llegan las personas y las ayudas adecuadas en cada momento. Llegué por casualidad con otra mujer medicina conocedora de todo lo que se denomina “energía de frecuencia alta”. Aprendí con ella las bases de todo lo que actualmente he desarrollado como “depuración astral energética”, en donde se accede a las vibraciones más altas de energía para producir sanación, lo que científicamente se le conocer como física cuántica y sanación cuántica.

Entendí que todo lo que coexiste en cada realidad que vivimos es a través de vibraciones y para cambiar algo se tiene que estar en total coherencia con las vibraciones altas para permitir la manifestación. Somos creadores de nuestra realidad de manera consciente y sobre todo inconsciente, el camino de aprendizaje es poder ser creadores conscientes de nuestra realidad para que llegue a nuestra lo que verdaderamente queremos.

Es así que nace Samayana, la cual es una palabra hindi que significa “camino al equilibrio”. Al estar en coherencia y congruencia mi emociones y pensamientos con las energías de alta frecuencia, mi vida ha ido cambiando radicalmente.

El dolor de los brazos se me quitó por completo cuando sané mi Anahata e integré totalmente mi sagrado masculino y mi sagrado femenino…, mi cuerpo me estaba diciendo que necesitaba un abrazo, sí, un abrazo de amor y aceptación de mi para mi, que si quería tener relaciones amorosas estables, tenía que empezar primero conmigo misma…

 

A partir de ahí perfeccioné mis sanaciones hacia las personas. La sanación que otorgo ocurre en siete niveles: cuerpo físico, cuerpo emocional, cuerpo mental y cuerpo espiritual, y Cuerpo, mente, alma. Cuando estás en frecuencia alta, las manifestaciones de tu realidad cambian radicalmente, desde la parte de la salud, el bienestar, la abundancia económica, la tranquilidad, el éxito, el amor y, sobretodo, la paz en tu vida.

Aunque me llaman “Sanadora”, yo no sano a la persona, la persona es la que se sana por sí misma al activar su propio poder de bienestar, yo lo único que hago es acompañarte y ser canal de las vibraciones de frecuencia alta para ayudar a activarlas en ti. Vibraciones que tú ya las tienes por el hecho de ser un ser divino de luz.

Me fascina ayudar a las personas a que se hagan cargo de su vida. Les ayudo a descubrir sus dones, sus propios poderes y su sabiduría interna. Les ayudo a quitar barreras que obstaculizan su camino.

Hoy por hoy llevo más de 10 años que no tomo medicamentos porque gozo de un cuerpo sano y energético. Mi hija crece segura, confiada y con grandes sueños por cumplir en su estadía en esta tierra. Y una hermosa perrita, llamada, Luna, que recogimos de la calle y que es parte de nuestra familia.

 

Nosotras somos Samayana

 

Practico Tai Chi, Qi Gong y Kun Fu, actividades llenas de filosofía y crecimiento que integro en mis consultas y sanaciones.

El auto-conocimiento y la búsqueda hacia la comprensión de la naturaleza de la vida han sido una poderosa y latente dirección en mi andar. Con esta premisa comencé a realizar viajes interiores y geográficos tras respuestas y rutas a seguir. Así llegué a un hito esencial: el encuentro con mi ser mujer.

Comprendí que para avanzar en este proceso e integrar las experiencias, respuestas y percepciones de la vida misma era primordial reconocer mi propia naturaleza, pues este es el lugar desde el cual se reciben, interpretan y expresan. Así me sumergí en las profundidades de lo femenino, al encuentro con el tejido de mi matriz (útero) y la matriz universal. El primer paso fue re-conocer el ritmo de mi ciclo menstrual; un viaje revelador y certero para todo lo que buscaba.

Paralelamente he estudiado diferentes técnicas terapéuticas que nutren y dan nuevos sentidos al espacio creativo como un hábitat de encuentro y sanación; el tarot es una de mis brújulas preferidas que me guía y comparto a diario. La astrología y el manejo de energía de alta frecuencia son grandes compañeras también.

En el viaje de conocerme más a mi misma desde la ciclicidad de mi cuerpo. Me voy dando cuenta, cómo esta se va extendiendo desde mi micro mundo al macro.

Hace un tiempo, percibo que el cambio de estaciones es cada vez más poderoso, siento fuertemente las fases de la ciclicidad de la Tierra en mí.

De esta manera percibo como las estaciones del año, nos traen su medicina, al mostrar en nosotras que tan amables o complicadas nos resultan.

De todo este conocimiento y viaje interno he creado el Programa On Line Empodérate y el Diplomado Sabiduría de lo Sagrado Femenino, proyectos que edición tras edición crecen, se gestan, y maternan cada día a más mujeres en su propio camino de encontrar su medicina interna, y de los cuales he tenido la fortuna de tener grandes aprendizajes con maravillosas mujeres.

 

Esto es un poco de mi vida y me honra que te hayas tomado el tiempo de leerlo, por eso, A TI, te agradezco desde el corazón. Y quiero decirte que tú tienes un gran poder, que nunca, nunca, nunca cedas tu poder ante nadie ni ante nada, conéctate otra vez con tu gran sabiduría interna desde el amor y la compasión, conocerás -tal vez por vez primera- toda la luminosidad que te habita:

 

ya ESTÁ EN TÍ

 

con amor,

Tania